domingo, 26 de octubre de 2008

VOCACIÓN


No me voy a poner trascendente. Al menos no demasiado. Pensaba en lo desagradable que puede llegar a ser el trabajo de atender al público. Me da igual que sea por teléfono o en una ventanilla. Normalmente, a los servicios de atención al cliente no se acude cuando alguien está feliz. Más bien todo lo contrario. Y más bien, intentamos todos, maximizar nuestra reclamación o nuestro problema para que nos hagan cuanto más caso mejor. Pensamos que cuanto más chillemos, más caso nos harán y mayor será nuestra compensación.

Detrás de estos chillidos hay una persona. Que normalmente no gana mucho dinero, a la que han formado más o menos rápido y que, tras recibir más de 100 quejas al día, debe llegar a su casa diciendo: "qué he hecho yo para merecer esto".

Independientemente de la asignatura pendiente de la dignificación del sector, de su profesionalización pendiente, de la necesidad de formación e infraestructuras dignas, no me cabe ninguna duda de que la atención a clientes es una profesión vocacional. Sí, como la de médico, enfermero, bombero o policía. Esas en las que el último sentido es el servicio a los demás. Está claro que alguien que no siente esta vocación de servicio estará tanto más incómoda cuanto más quejas y palabras desagradables reciba. Pero quien tenga esta vocación, valorará como nadie la capacidad que tuvo en determinado momento de ayudar a alguien.

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